Votar: un acto de fe

¿Sabe usted a quien va a votar?

El otro día intenté hacer reflexionar a un amigo empeñado en que lo que había que hacer es sacar del gobierno al actual presidente.
Yo le preguntaba ¿Sabes a quien has votado? ¿Sabes quién te representa realmente? ¿Puedes nombrarlo con nombre y apellidos? ¿Después de votarle puedes ir a reclamarle incumplimientos o que trabaje por tus intereses?

rompiendo el voto

La respuesta era siempre la misma, algo así: Hay que votar para sacar a este personaje de la Moncloa. No es el primero ni el único con el que me ocurre una situación parecida. Tanto en un sentido del voto como en el otro, son los que no quieren que vengan los otros.
Estos días me he preguntado ¿Por qué gente con mucha más cultura que yo y mucho más inteligente tiene este tipo de respuestas ante preguntas tan simples?

Según el diccionario de la Real Academia Española la palabra Fe proviene del latín fides y tiene varias acepciones.

  1. Fe es el conjunto de creencias de una religión, en este sentido no se puede decir que votar sea un acto de fe, salvo para aquellos que tienen al líder de un partido por un dios, el partido es su confesión religiosa y los lemas que lanza el partido los dogmas a creer, propagar y transmitir para hacer adeptos.

  2. Fe es el Conjunto de creencias de alguien, de un grupo o de una multitud de personas, esto ya sí que se va pareciendo a la situación del votante medio, sobre todo el afiliado y simpatizante a un partido. Las promesas de un partido, aunque demostradamente no se hayan cumplido en anteriores ocasiones, se convierten en un “conjunto de creencias” que dan esperanza a los votantes para ejercer su “derecho al voto” con la responsabilidad ciudadana de quien cree que puede cambiar las cosas votando. Son promesas transmitidas por los medios de comunicación, a veces escritas en programas que se hacen pasar por la biblia de dichas organizaciones.

  3.  Fe es la Confianza, buen concepto que se tiene de alguien o de algo. Por ejemplo tener fe en el médico. Los hay que tienen fe en determinado político o determinado partido, haya hecho lo que haya hecho, haya prometido una cosa y luego hecho su contraria, incluso justificándolo con la teoría de “ha cambiado de opinión”, reconociendo el político al que le tienen fe el derecho realizar actos que critican en los políticos de enfrente a quienes les tienen fe otros.

  4. Fe es la Creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública. Si quien habla ejerce el poder y hace declaraciones, mucho más cuando no admite preguntas o repreguntas, se le atribuye una autoridad basada como mucho en el “comité de expertos” que le asesora. Para quien tiene esta creencia es impensable que quien ejerce el poder pueda mentir o engañar.

  5. La Fe es la Palabra que se da o promesa que se hace a alguien con cierta solemnidad o publicidad. A la hora de las votaciones todos los políticos dan su palabra, todos prometen solemne y públicamente, ya se verá si cumplen o no.

  6. La Fe es la Seguridad, aseveración de que algo es cierto. Los políticos dan fe de lo que han hecho como notarios en el reino de la mentira o la tergiversación de los hechos porque lo que importa es el relato y no los datos.

  7. La Fe es un Documento que certifica la verdad de algo. En las votaciones no existe un documento semejante que recoja los hechos ocurridos durante el periodo anterior y los compare con las promesas realizadas para ese mismo periodo.

  8. La Fe es también fidelidad  (lealtad). A pesar de todo hay quien cree que el partido al que se vota se comportará como el esposo o la esposa fiel prometiendo nuevamente que no hará más aquello que estaba haciendo cuando le han pillado una y mil veces traicionando la confianza que antes le habían otorgado.

Aplicando cualquiera de las acepciones anteriores, una combinación de ellas, o todas ellas juntas el españolito de a pie va a votar por un “presidente” o, en el mejor de los casos por el primero de la lista de su provincia. Sin darse cuenta que no puede hacer ni una cosa ni otra.

La realidad es que su voto entra en el conjunto de votos de una provincia con el que se van asignando escaños a los componentes de la lista de esa provincia por el orden que ha decidido un partido político.

Los escaños se van asignando proporcionalmente al peso de los votos obtenidos, corregidos claro está por el sistema D’Hondt de reparto.

Así que en las reglas de la “democracia española” el pueblo cree que decide con mucha claridad a quien le da poder, siempre que tenga en cuenta lo siguiente pensado por el matemático belga a finales del siglo XIX:

  • Se calcula el cociente para cada partido, dividiendo el número total de votos obtenidos por el número de escaños disponibles más uno de cada circunscripción.
  • Se asigna el escaño al partido con el cociente más alto en la primera ronda.
  • Se recalcula el cociente para el partido al que se le ha asignado el escaño, dividiendo el número total de votos obtenidos por el número de escaños que ha obtenido más uno.
  • Se asigna el siguiente escaño al partido con el nuevo cociente más alto en la segunda ronda.
  • Se repite el proceso de recálculo y asignación de escaños hasta que se hayan asignado todos los escaños disponibles.
  • Es importante destacar que en cada ronda se asigna solo un escaño y el cociente del partido al que se le asigna ese escaño se recalcula para la siguiente ronda. Esto permite que los partidos que obtengan más votos tengan más posibilidades de obtener escaños.

Dicen por ahí las malas lenguas que el sistema D’Hondt tiende a favorecer a los partidos más grandes, ya que suelen obtener cocientes más altos en cada ronda de reparto. Sin embargo, también permite la participación de partidos más pequeños, ya que pueden obtener escaños si obtienen suficientes votos en determinadas circunscripciones.

Resumiendo, el sistema D’Hondt asigna los escaños de forma proporcional a los votos obtenidos por cada partido, pero favoreciendo a los partidos más grandes.

Yo soy de letras, pero si a ustedes les ha quedado claro podemos seguir adelante.

Total en España este cálculo ya lo tiene metido INDRA entre sus hojas de cálculo, o como quiera que asigne los votos a los partidos. ¡No preocuparse! Como diría la folclórica.

El votante consciente seguirá pensando que aunque no tenga respuestas a las preguntas del inicio del artículo, el ejerce su derecho aunque España sea una democracia “imperfecta”, y que el poder lo sigue teniendo el pueblo. Si acaso dentro de cuatro años cambiaremos, así que ¡No lo piensen más tengan ustedes fe!.

José Manuel Vidal Villacampa

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