«Nos vamos de tiendas»
Hola, buenos días, soy Urnito.
La vida puede ser maravillosa. Sí, así lo siento y así os lo cuento. Cada día se hace de noche más y más tarde. Días soleados y laaaargos en los que puedo estar un montón de horas en el parque. Todos los árboles se han llenado de pequeñas hojas y en algunas plantas se ven salir flores. Todavía no hace el horrible calor del verano y el aire pasando entre las ramas es fresco, limpio y parece como si el parque quisiera cantar. Unos pájaros han hecho un pequeño nido cerca de la ventana de mi casa y tienen pajaritos pequeños. Parecen unos mini monstruos chillones pero me encanta mirarlos.
Puede que todas estas cosas parezcan tonterías cuando todos los problemas continúan pero no puedo evitarlo, me hacen sonreír y estar a gusto.
Por cierto, no os lo he contado, ¿el día 9 fue mi cumpleaños! No ha sido un gran cumpleaños. La verdad es que fue un día absolutamente normal. Sé que mis padres están en un mal momento y bastante tienen con sus cosas así que no esperaba mucho de ellos. Nos juntamos todos a la hora de cenar. Me contaron que sabían cuáles eran mis problemas y qué es lo que me gustaría. Me hicieron mil promesas para este año, me contaron que yo sería el niño más feliz y dichoso… no sé para qué se molestan. Ya les conozco de otras veces y sé que no harán nada de todo lo que prometen, es más, algunas cosas las harán al revés.
Por lo menos me dieron una propina para que me gastara en mis cosas ya que no habían tenido tiempo de comprarme regalos. Mucho mejor así, tienen un gusto terrible. Luego, haciendo cálculos, no me han dado más que una pequeña parte de lo que me deben de mi paga. En fin…
Decidí ir de compras con Lici, pasar la tarde juntos y quizás invitarla a un helado. Un plan sencillo y genial.
Primero fuimos a la tienda de chuches pero estaba cerrada. Pero no cerrada como de los domingos, cerrada como abandonada, para siempre. Pasé por mi librería favorita para comprarme algo y… lo mismo, Además con una cartel de «Se vende».
Continuamos el paseo y me fui fijando, estaba todo igual. El bar que tiene el padre de Juanito. La tienda de ropa de la familia de Pili. La panadería de Doña Berta, madre de Fernando. El quiosco del tío de Rosa que siempre me guarda mis cómics. La bodega de Don Julián a la que baja mi padre con las botellas vacías para que se las rellene, e incluso el almacén del trapero al que llevo todos los papeles de la casa para sacarme un dinerillo… ¡Todo cerrado!
No nos quedó más remedio que ir al centro comercial pero es que no me gustan nada. No conozco a nadie de esas tiendas ni ellos a mi. Los helados son horrorosos y además no te da el sol ni el aire.
Por la noche le pregunté a mi madre y me contó algunas cosas raras sobre gente llamada autónomos y trimestres. No me enteré muy bien, es complicado. Lo que os aseguro es que esa noche me dormí pensando…
Todas esas tiendas llevaban ahí toda la vida. Habían pasado de abuelos a padres y a hijos. Esos últimos eran los padres de amigos míos pero ellos no podrían trabajar ahí, lo habían perdido. ¿Qué futuro tendrían ellos? ¿Y el barrio?
El barrio parecía haber desaparecido. Es más, los niños que nazcan ahora no tendrán barrios, no conocerán a nadie. ¿Qué niñez es esa? Triste, muy triste. No se qué más cosas pasarán.
Ya os iré contando.
Texto: Luis Ortega Rodríguez
Imágenes: Laken
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