Hace unos días unos amigos me invitaron a comer. No pude ir pero al día siguiente les pregunté ¿Cómo fue la comida?
Aunque no cambien en nada los resultados no deja de ser curioso que, visto desde fuera, unos vean penalti y otros no, dependiendo del equipo al que jaleen, por poner un ejemplo.
Así es la implicación política del ciudadano en España: la misma que la de los aficionados o, los más implicados, forofos de una escuadra de fútbol a la que pagan por ver, por animar, se desviven por seguirla en sus desplazamientos, ven sus partidos en los horarios más intempestivos pero … nunca puede influir en los resultados.
Los partidos políticos como los clubes de fútbol sólo cuentan con los aficionados para que paguen la entrada, tomen asiento como espectadores, animen a su equipo o silben al árbitro y al equipo contrario ¿Hay alguna similitud más?
“Te habría interesado la conversación sobre la situación post elecciones” – me respondió uno de ellos…
¿Qué puede salir de una conversación tras las elecciones de una comida con amigos? ¿Sirve para algo lo que digamos, más allá de especular con pactos de partidos para adivinar quién se lleva el gato al agua? Si es que se llega a alguna conclusión … ¿las conversaciones de tertulia pueden influir en algo en la situación política?
Solo se me ocurre una imagen para explicarlo, la conversación que puedan tener aficionados al fútbol tras el partido, los comentarios a las jugadas o sobre los fallos del árbitro, los pases erróneos o los fuera de juegos que el juez de línea no ha visto… ¿cambian en algo el resultado?
Las élites políticas como las futbolísticas ya se encargan de especular, unos con recalificaciones de terrenos otros con los beneficios que da el cambio de ubicación de los estadios, se encargan de contratar “expertos” o entrenadores, plantillas varias, concesiones …. Puestos a pensar ¿Quién controla a las directivas? Las mismas personas que controlan a los gobernantes: ¡Nadie!.
¿Y los socios y votantes? : Pagar, gritar, comentar las jugadas y volver a repetir el partido, “a ver si esta vez ganan los míos”.
Ahora estamos en momento del descanso del partido en el que los dirigentes de uno se van a buscar al árbitro o a jugadores de equipos contrarios a ver si echan una mano para dar la vuelta al resultado, o para que la victoria sea para el “comprador” aunque sea en el último minuto y por la mínima.
Todo menos el empate que supone la repetición. ¿Habrá repetición del partido?
Si el partido se repite serán los mismos jugadores. A lo mejor hay un cambio mínimo en algunas alineaciones. Los árbitros serán los mismos. Los espectadores quizá sean algo menos pero los suficientes como para tener un encuentro “animado” y ¡Vuelta a empezar!
Lo que está claro es que gane quien gane, pactarán con quien no ha ganado nada para obtener un resultado no revisto por quienes no conocen las reglas.
En las reglas de este juego todos ganan, unos más y otros menos. Nadie pierde. Aunque se haya ganado por la mínima. Quien menos tenga, si es necesario, puede exigir todo con tal de favorecer a quien se llevará, por fín, el “gato al agua”; o sea a quien se monte en el sillón del Gobierno y empiece a repartir sillones del Banco Azul.
Lo que está claro es que el perdedor es quien paga la entrada a un espectáculo con las reglas amañadas creyendo que su asistencia al estado es imprescindible para que gane su equipo y por goleada.
No importa lo que unos y otros exijan, siempre pagan los mismos: los que pierden en este juego de reglas amañadas.
Cuando los perdedores se den cuenta que:
- los partidos abusan de su poder ejerciendo un poder excesivo, sin tener en cuenta e importarles nada los derechos y libertades de los votantes.
- tienen derechos inalienables como “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”, entre otros, que continuamente son atacados por un poder cada día más omnímodo
- el gobierno actúa en la mayoría de las ocasiones sin el consentimiento de los gobernados
- los ciudadanos no tienen una representación adecuada en los órganos políticos y las leyes y tributos son “impuestos”, en ambos sentidos de la palabra, sin modo eficaz de control alguno
- cada día más ciudadanos exigen por todos los medios a los políticos que cedan su poder al pueblo para establecer una Democracia verdadera
Entonces sólo entonces, los pagadores se independizarán del Tirano que les aplasta como un día lo hizo el Congreso Continental de la Trece Colonias, que aprobó la Declaración de Independencia, independizándose del Rey Jorge y su Parlamento en 1776.
José Manuel Vidal Villacampa
Deja una respuesta